Me sentía bien. Era todo tan hermoso y la vida era estupenda. A pesar de la lluvia que caía sobre mi cabeza y los charcos que mojaban mis pies, yo no sentía frío. Mis manos estaban calientes y mis pies lo mismo (y eso es tan agradable en invierno).
A través de mis ojos veía una imagen hermosa, de esas que solo se ven en fotografías de famosos fotógrafos o en extrañas películas de cine arte; estaba la vereda alfombrada de hojas secas y sobre mi cabeza se encontraban los típicos tristes árboles de invierno.
Me sentía plena, me sentía completamente feliz; sentía haber muerto.