jueves, 15 de abril de 2010

8.8: Los grados que cambiaron vidas

Un 26 de Febrero fue un día completamente normal y nada hacia presagiar lo que venía a la madrugada.
Yo me desperté esa mañana en la casa de una amiga. Estábamos disfrutando a concho los supuestos últimos días de vacaciones, por lo tanto teníamos planeado salir en la noche y por eso debía llegar temprano a mi casa para pedir permiso como toda una niña buena.
Al llegar no se encontraba nadie de mi familia, sólo mi nana y su hijo, Margarita y Gonzalo. Al rato llego mi hermana Rocío junto a mi Mamá y almorzamos.
El día anterior mi abuelita materna había estado de cumpleaños, mi mamá quiso ir a saludarla. A eso de las 7 estábamos ahí; tomamos once y reímos bastante. A todo esto, mis planes de salir ya estaban totalmente cancelados.
Al llegar a casa, luego de una tarde familiar muy divertida, me metí al PC. Como nunca, me avisaron que el día Sábado 27 lo tendría copado de panoramas: Primero tendría que ir a la casa de un amigo por un asado de despedida, luego iríamos a una fiesta de mi ex curso. También un amigo me había invitado a Bellavista a tomar algo. Cuando ya estuvo todo organizado subí a mi pieza, me probé ropa, me acosté y prendí la Tele a eso de las 3:30. Y claro, 4 minutos después comienza el sacudón.
Mi mamá no estaba, se encontraba en la casa de una amiga no muy lejos de mi hogar. Mi hermana mayor estaba e Bucalemu de vacaciones con su pololo y mis dos hermanas menores, de 15 y 8 estaban acostadas abajo en la pieza de mi madre.
Al comenzar, pensé -como todos - que acabaría pronto y no me alarme. Pero al momento cuando se volvió mas fuerte bajé la escalera rápidamente (hasta el día de hoy me pregunto cómo lo hice), me dirigí a la pieza de mi madre donde se encontraban mis hermanas y les tome las manos. Al momento de sentarnos al medio de la cama se cortó la luz mientras esta se movía como un bote en plena altamar. Emilia, mi hermana de 9 años me repetía que no quería morir y yo trataba de tranquilizarla. De ella fue la idea de que rezáramos. Rezamos un Padre Nuestro y un Ave María y el movimiento no cesaba. Yo escuchaba que todas las cosas se caían y me imaginaba que fuera de la pieza sería todo un mar de vidrios.
Cuando terminó mis hermanas querían acostarse y tratar de conciliar el sueño; por mi parte, yo sabia que no lograría hacerlo, por lo tanto no podía estar acostada. Cinco minutos después llego mi madre corriendo y sintiéndose culpable por no encontrarse con nosotras. Nos abrazamos mientras la Emilia repetía continuamente que habíamos rezado y que nos encontrábamos totalmente bien. Estúpidamente intentamos meternos a Internet a través del notebook pero no se pudo.
De la nada llega mi padre, quien le tiene un miedo terrible a los terremotos. Nos abraza y pregunta si nos encontrábamos bien. Estaba histérico al igual que mi mamá. Por esto mismo, ella necesitaba fumar igual que yo pero, como suele suceder siempre: si necesitas algo no lo tienes; nosotras no teníamos cigarros.
Mi padre se quedo en la casa hasta el amanecer, mientras mi madre trataba de comunicarse con sus padres y mi hermana que se encontraba en Bucalemu.
A las 5 AM mas o menos a mi me venció el sueño en el sofá y las 6 mi mamá había desistido de seguir intentando comunicarse. Había caído en cuenta que por ahora sería imposible. Nos fuimos a acostar a su cama donde ya se encontraban mis otras dos hermanas durmiendo, no se como pero plácidamente.
A las 9 AM volvió la luz y por suerte, no se nos cortó el agua.
Las primeras imágenes que recuerdo haber visto por la televisión fueron las de un Santiago destruido y preocupado.
Ahora, a un mes y diecinueve días de la catástrofe aún me impresiona saber que hay cosas que no volverán o que nunca serán como antes. Desde casas a paisajes o familias completas que quedaron sin nada.
Por mi parte, debo decir que fui bendecida. Ninguno resulto mal herido, solo cosas materiales que el día de hoy están recuperadas casi por completo.


No hay comentarios:

lo dije algún día...

¿Por qué es correcto amar al sexo opuesto? Uno ama por lo que es la persona
por dentro y no por lo que hay entre sus piernas.

.-


Por eso me da miedo morir, por que no se con lo que me pueda encontrar, pero de todos
modos deseo morirme ahora para saberlo.